14 de octubre de 2007

La interpretación bíblica del polvo

Si en el siglo XVIII algún señor hubiera dicho a otro: "vamos a echar un polvo", "vamos a tomar un polvo" o algo por el estilo, no hubiera causado ninguna sorpresa ni escandalizado a nadie. Se re­fería al rapé o tabaco en polvo. De la misma manera se debería en­tender la frase refiriéndose al acto de empolvar una peluca. La acepción malsonante se debe a la Biblia y a la liturgia cató­lica. En la primera se lee (Génesis, cap. 3, v. 19): "Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que tornes al suelo, pues de él fuiste tomado ya que eres polvo y tornarás al polvo".
En la liturgia del Miércoles de Ceniza el sacerdote pronunciaba las palabras: "Me­mento homo quia pulvis es et in pulverem reverteris" ("Recuerda hombre que eres polvo y al polvo has de volver").
En una traduc­ción popular basada en el texto bíblico ya citado y en el anterior en el que se dice qué Dios hizo al hombre del barro, es decir del polvo humedecido, se dijo "del polvo vienes y al polvo has de volver". Teniendo en cuenta que el origen del hombre se encuen­tra en el coito, se identificó éste con el polvo bíblico y litúrgico, con lo que la palabra tomó un sentido grosero que en un principio no tenía.