5 de enero de 2008

Arthur Conan Doyle, un personaje secundario

Arthur Ignatius Conan Doyle, el famoso novelista inglés creador de Sherlock Holmes, nació en Edimburgo, Escocia, el 22 de mayo de 1859, en el seno de una familia de católicos de origen normando.
Comenzó sus estudios con los jesuitas en Stonyhurst, para luego obtener el título de doctor en medicina en Edimburgo. Así se embarcó como médico de abordo, recorriendo los mares árticos y las costas de Africa. Practicó la medicina hasta 1890, época en que comenzó a es­cribir, publicando en poco tiempo dos novelas que marcaron de­finitivamente toda su obra posterior: "Micah Clarke" (1889) un relato histórico, y "A study in scarlet" (Estudio en escarlata, 1887), primera novela del ciclo de Sherlock Holmes, con el que -pos­teriormente- lograría un reconocimiento mundial.
Pero, no satisfecho con su personaje, siguió escribiendo obras históricas: "The White Company" (La Compañía Blanca, 1890) y "The exploits of Brigadier Gerard" (Las hazañas del Brigadier Gerard, 1896); así como opúsculos de propaganda patriótica: "The great Boer war" (La guerra de los Boers, 1900), "The war in South Africa" (La guerra en Sudáfrica, 1902), culminando en una obra erudita, "The british campaigns in France and Flandes" (La campaña británica en Francia y Flandes, 1928), que le valieron el título de Sir (caballero).
También es destacada su serie de obras de aventuras -próximas a los intereses de la ciencia ficción- protagonizadas por el profesor Challenger, siendo las más conocidas "The lost world" (El mundo perdido, 1912) y "The poison belt" (La zona envenenada, 1913).
En 1917, su interés por las ciencias ocultas y los fenómenos paranormales lo llevaron a proclamarse espiritista, dedicando el resto de su vida a propagar su fe mediante sus obras "A new revelation" (Una nueva revelación, 1918) y su famosa "The history of spiritualism" (Historia del espiritismo, 1926).
Murió en Crowborough, Sussex el 7 de julio de 1930.
La narrativa detectivesca, también llamada novela policial o novela de misterio, es un típico producto de la evolución de la novela romántica, en busca de un elemento racional ante el sim­ple misterio, efecto que también se nota en el cuento fantástico y la ciencia ficción.
Sin profundizar sobre los orígenes, de­sarrollo e influencia posterior de este estilo hasta llegar al mo­derno policial negro, se puede decir que la narrativa detectivesca expone un hecho delictivo -preferentemente un asesinato misterioso- en torno del cual se desenvuelve una investigación policial; en el relato suele haber, además de la víctima, un detec­tive, un asesino cuya identidad no llega a descubrirse hasta el desenlace de la historia y un conjunto de personajes adicionales cuya intervención en los sucesos permite multiplicar pistas y sospechosos. Hay entonces, dos figuras -el detective y el asesino- que libran una lucha a muer­te, rodeados por individuos de naturaleza más bien común y hasta, si se quiere, un poco torpe.
Edgard Allan Poe (1809-1849), como es bien sabido, no solamente es el creador del relato policial, sino que -como dice Jorge Luis Borges (1899-1986) en "El cuento policial" (1978)- "también es el crea­dor del lector de este tipo de ficciones". Su investigador, C. Auguste Dupin, (que aparece en tres extraordinarios relatos: "Los crímenes de la calle Morgue", "El misterio de Marie Rogét" y "La carta robada") es -continúa Borges- "el primero de todos, el modelo, el arquetipo podemos decir, que vive con un amigo y él es el amigo que refiere la histo­ria. Esto también forma parte de la tradición y fue tomado mucho tiempo después de la muerte de Poe por el escritor irlandés Conan Doyle. Conan toma ese tema, un tema atractivo en sí, de la amistad entre dos personas distintas, que viene a ser, de alguna forma, el tema de la amistad de don Quijote y Sancho, salvo que nunca llegan a una amistad perfecta".
Los detectives realmente logrados -sin mencionar los de la "serie negra", que pertenecen a un ámbito y unos propósitos muy diferentes- son escasos. El poeta y ensayista británico Wystan Auden (1907-1973) destaca sólo tres: Sher­lock Holmes, el inspector French -creación del irlandés Freeman Wills Crofts (1879-1957) y el padre Brown, de Gilbert K. Chesterton (1874-1936), posiblemente el autén­tico continuador de Poe, a los que se podría sumar Hércules Poirot, el celebérrimo personaje de Agatha Christie (1890-1976). La tarea de estos detectives es resolver el enigma planteado, y para ello lo mejor es que sea un aficionado, ya que esto impide que se deje influir por las motivaciones éticas del caso y se ocupe más bien de las consecuencias estéticas de éste, es decir, la restauración del orden en el caos generado por el asesino.
El carácter del personaje Sherlock Holmes fue inspirado por un eminente cirujano de Edimburgo, el doctor Joseph Bell (1837-1911), que fue pro­fesor de Conan Doyle. Luego, al decir de Borges en la obra citada, "Conan Doyle imagina un personaje bastante tonto, con una inteligencia un poco inferior a la del lector, a quien llama el doctor Watson; el otro es un personaje un poco cómico y un poco venerable, tam­bién: Sherlock Holmes. Hace que las proezas intelectuales de Sherlock Holmes sean referidas por su amigo Watson, que no cesa de maravillarse y siempre se maneja por las apariencias, que se deja dominar por Sherlock Holmes y a quien le gusta dejarse dominar".También Auden le define bien en "The guilty vicarage" (El vicariato culpable,1981): "Holmes es un individuo excep­cional que se halla en estado de gracia porque es un genio en quien la curiosidad científica se eleva hasta el nivel de una pasión heroi­ca. Es erudito, pero sus conocimientos son absolutamente especia­lizados (por ejemplo, véase su ignorancia del sistema copernicano); en todas las cuestiones ajenas a su campo es tan desvalido como un niño (por ejemplo, su desaliño), y paga el precio por su desinterés científico (su negligencia de los sentimientos) siendo víctima de la melancolía, que le ataca siempre que no está ocupado en un caso (por ejemplo, su costumbre de tocar el violín y tomar cocaína)". Para el crítico literario norteamericano, "positivamente, su motivo para ser detective es el amor a la ver­dad neutral (no le interesan los sentimientos del culpable o el ino­cente) y, negativamente, la necesidad de escapar de sus propios sen­timientos de melancolía. Su actitud hacia la gente y su técnica de observación y deducción son los de un químico o un físico. Si esco­ge a seres humanos en vez de materia inanimada -concluye Auden-, es porque investi­gar lo inanimado resulta poco heroico y demasiado fácil, ya que allí es imposible mentir, cosa que los seres humanos pueden y hacen, de modo que al tratar con ellos, la observación debe ser doble­mente penetrante y la lógica tiene que ser doblemente rigurosa".
Los libros de Sherlock Holmes son nueve, desde el ya mencionado "Estudio en escarlata" (1887), novela en la cual Conan Doyle presen­ta a Sherlock Holmes y el doctor Watson; siguiendo por "The sign of the four" (El signo de los cuatro, 1890), en donde Holmes explica por primera vez su ciencia de la deducción; "The adventures of Sherlock Holmes" (Las aventuras de Sherlock Holmes, 1892), compuesto por doce relatos cortos; "The memoirs of Sherlock Holmes", (Las memorias de Sherlock Holmes, 1893), once relatos cortos; "The hound of the Baskervilles" (El sabueso de los Baskerville, 1902), novela; "The return of Sherlock Holmes" (El regreso de Sherlock Holmes, 1903), trece cuentos; "The valley of fear" (El valle del terror, 1914), novela; "His last bow" (Su última reverencia, 1917), ocho cuentos, y "The case book of Sherlock Holmes", (El archivo de Sherlock Holmes, 1927), que contiene doce relatos con las últimas apariciones del detective.Sherlock Holmes, el detective privado irónico, ingenioso e intelectualmente inquieto que vivía en el número 221B de Baker Street en Londres, es un ejemplo perfecto de cómo un personaje acaba por imponerse a su autor, tomando con decisión las líneas de la trama y convirtiendo a éste en un personaje secundario.