29 de marzo de 2008

La Tierra (I): una teoría

En el planeta Tierra existen cinco océanos (Antártico, Artico, Atlántico, Indico y Pacífico) y cinco continentes (Antártida, Africa, América, Eurasia y Oceanía). Sin embargo, hace 400 millones de años, la Tierra tenía un solo océano rodeando a un solo continente. El hecho de que aquello fuera la Tierra plantea un par de problemas: ¿cómo es posible que el océano Atlántico haya sido más chico que actualmente? ¿Y cómo es posible que los continentes hayan formado una sola masa? La respuesta está en la movilidad y la evolución del fondo de los mares.La idea de la movilidad de la corteza terres­tre no es nueva. Hace más de ciento cincuenta años, un geólogo italiano, Macedonio Melloni (1798-1854), fue el pri­mero en sugerir que los continentes se habían desplazado. Las costas de Africa y de América del Sur se corresponden como las piezas de un rompecabezas. Melloni su­puso que, en tiempos muy pasados, el Océano Atlántico no existía y que se for­mó tardíamente, como consecuencia del desplazamiento hacia el oeste del conti­nente americano. Esta primera idea de la deriva de los con­tinentes no fue tomada en serio. Pero en 1915, el científico alemán Alfred Wegener (1880-1930) concluyó que los continentes habrían estado muy cerca unos de otros en una época determinada. Su obra "Die entstehung der kontinente und ozeane" (El orígen de los continentes y oceános) fue el punto de partida de largas contro­versias científicas.Wegener proveía ar­gumentos apoyados en hechos geológicos y paleontológicos reconocidos. A principios del siglo XX se descubrieron depósitos glaciares de la época carboní­fera en Africa del Sur, en las islas Mal­vinas, en América del Sur, en Madagascar, en la India y en Australia. La presencia de esos depósitos, repartidos en lo que hoy es el hemisferio sur, constituyó un misterio, ya que no había huellas glaciares en el hemisferio norte. Wegener emitió la hipótesis de que hace milla­res de años, las tierras del hemisferio sur habrían estado cercanas unas de otras y agrupadas bajo altas latitudes, cercanas al Antártico; en cambio las del hemisferio norte se habrían extendido al nivel del Ecuador.
Otros descubrimientos apoyaron la idea de la proximidad de las tierras australes en tiempos muy pasados, como por ejemplo, el hecho de que todos los continentes del hemisferio sur contienen los mismos depósitos fosilíferos. Esos depósitos datan de un período que va del paleozoico superior (hace 300 mi­llones de años, aproximadamente) hasta mediados del mesozoico (hace 120 millo­nes de años, aproximadamente) y son esen­cialmente no marinos. Wegener estableció su teoría de la deriva de los continentes a partir de indicacio­nes de este tipo, pero tenía un punto dé­bil que le resultó fatal: explicó muy mal ese desplazamiento de las tierras al atribuírlo a la fuerza centrífuga generada por la rotación del planeta. Por esa razón, la idea de la movilidad de la corteza terrestre y de la deriva de los continentes, desapa­reció hacia 1930 y recién en la década del 50, una nueva serie de elementos -entre ellos el paleomagnetismo- incitaron a los científicos a dedicarse al problema.El paleomagnetismo es el estudio de la dirección y la intensidad del magnetismo de las rocas. La importancia de esa mag­netización reside en que ésta se orienta en la dirección del campo magnético te­rrestre en la época del enfriamiento. En la roca sedimentaria está indicada la orientación del campo magnético de la tierra en un período determinado. Siguiendo en Europa el estudio sobre las formaciones rocosas, cada vez más viejas, se descubrió que las rocas más antiguas indican con mayor precisión las posiciones del polo paleomagnético, alejado del polo geográfico actual.
Las rocas de hace 400 millones de años dan un polo situado sobre el Ecuador. De manera que, o se desplazaron los polos magnéticos o se desplazaron los continentes. El estudio de rocas de una misma época en distintos continentes, debería dar la misma posición respecto del polo. Sin embargo, el resultado de las experiencias fue diferente: en lugar de coincidir, los polos paleomagnéticos de América del Norte cayeron sistemáticamente al oeste de los de Europa.Esto sólo se explicaría si Amé­rica del Norte se hubiese desplazado ha­cia el oeste en relación a Europa, lo cual remite nuevamente a la teoría de la de­riva de los continentes. Además, los antiguos polos de los con­tinentes australes no coinciden con los po­los del hemisferio norte. Sin embargo, había una diferencia: otros elementos permitieron pensar que las tierras del hemisferio sur se apartaron más que las del hemisferio boreal. Las direcciones de magnetización, tomadas a partir de piedras sedimentarias gla­ciares en Africa Central, ubican el polo sur en la república de Sudáfrica. Datos análogos en Australia sitúan al polo sur, en ese período, en la parte meridional de Australia. Si estas indicaciones respecto de la posición del polo sur hace 300 mi­llones de años, provistas por Africa y Australia son exactas, Australia debería estar situada un poco al norte y a lo lar­go de la costa este de Africa del sur.Esto corroboraría la teoría según la cual hace 300 millones de años las tierras no eran más que una masa única. Wegener había indicado claramente que los continentes se habían desplazado. La explicación que dio de ese movimiento era indefendible. Según él, los continentes se desplazaban a través de las rocas de las cuencas oceá­nicas, como icebergs en el agua. Los profesores Harry Hammond Hess (1906-1969) de la Universidad de Princeton y David Henry Dietz (1897-1984) de la American Geographical Society propusieron en 1963 una teoría más defendible: la hipótesis de la expansión continua de los fondos marinos.