22 de octubre de 2008

Bonoris o la necesaria poesía

Hay en la poesía expresiones -muchas veces de una gran belleza- que se agotan tras la primera lectura. No es éste el caso de los poemas de Claudia Bonoris (1959), una poetisa argentina que maneja con habilidad, sencillez y ternura un tipo de poesía que permite la relectura a sabiendas de que, con cada una de ellas, se podrá ahondar en un universo de recuerdos ajados, de amores desprendidos y sinceros, de afectos inalterables a pesar del paso inexorable del tiempo, con sus espejos rotos, sus amarillentas hojas secas que, a través de su sensibilidad, se tornan frescas y multicolores. La pérdida de la felicidad suele afectar a los hombres y mujeres sensibles; la lectura de estos poemas nos ayuda a recuperarla. Los sinsabores de la vida cotidiana afligen a los hombres y mujeres éticos; una mirada sobre estas composiciones nos ofrece despejarlos. Su obra permanece inédita, tal vez porque nunca le interesó que fuera de otra manera. O tal vez sí, porque afortunadamente la expone en su blog "La suerte de ser negra", en donde se puede apreciar su impronta creativa e intelectual y la armonía profunda de su arte. Lo que sigue es apenas una muestra de su talento:

DEMASIADO TARDE

Y me senté a esperarte. Ilusionada, con el corazón de
soireé, y los ojos de rimel intacto; con la sonrisa sin rouge,
pero igualmente radiante.

Me senté a esperarte con la total compañía de un
cigarrillo, con la música bajita y los tacos altos.


Vendrías a buscarme con tus destellos geniales, con tus
anhelos y tu propia música. E imaginé tu llegada, mis
arrebatos reprimidos por infantiles, tu sonrisa al verme, mi
rendición.

Y pasó el tiempo, y se me acabaron los cigarrillos, y la
música la apagué porque era tarde, muy tarde.
Y no viniste.

Entonces,
doblé mi ilusión y la guardé
en el fondo de un cajón.


Me detuve un rato colgando mi corazón al sol de un
nuevo amanecer, y me saqué el escaso rimel que el llanto
dejó en mis ojos, y me pinté la boca en un intento último de
dibujar una sonrisa, pero ya era tarde.

Demasiado tarde.


DUELE

una rosa bestial,
un mamarracho del recuerdo que ayer era cristal.
el por qué desgajado de la fuente
pudriéndose.
un país.
duele.
la música, la fe, la espina en la mano,
la ausencia, la ineptitud,
duelen.
el pecho se infla de impotencia...
y duele.
muy de vez en cuando un destello de inteligencia se asoma
a la negrura del alma
y gesta
un vacilante,
reverdecido,
pequeñísimo
pensamiento.


EL VIENTO Y LA LUNA

Entre el viento salobre
y aquel rayo de luna

la mano despiadada de la pobreza
arrebató la luz
de una mirada
como un fuego pequeño
que se apaga
gimiendo…
Implacablemente
el dolor del tiempo
anclado en las piernas,
va lamiendo
las horas vacías
y mi rosa
negándose a morir de agosto.
El viento salobre
ácido
corrosivo
arrastra el disfraz…
y afila los dientes.
Hoy…
No
Mañana…
Quizás.
Un rayo de luna de mar
es el caballo,
pero el jinete
ha muerto.


SEMPITERNO

Por escribir he callado luces y perfumes,
estampidas y cavilares.
Por correr no he caminado,
por gritar no he dicho,
por lamentar no he llorado.
Por mirar no he visto,
por recitar no he cantado.

Tiempo ha,
de porfiar y perder el tiempo,
de permitir a la estupidez hacerse cargo.

Ha dicho el doctor que cuidado con el peso
que no fumar
que ejercitar los músculos.
Lo que el doctor ignora
es que la muchedumbre que porto
es olímpicamente rebelde
enteramente voluptuosa
ostensiblemente sedentaria
tozudamente sana
absolutamente viva.

Cuando la vida toma el control
se acaba el tiempo de condolencias,
florece el tiempo ganado,
la redención es instantánea.
Solamente
permitiéndole a la vida
encarar la vida.


EN EL CIELO

Es de tarde en el cielo
en este solo encuentro
abrazo tu palabra
y contemplo tu resplandor
inaugural
mientras me instalo para siempre
en la oquedad de tus manos.


EL HECHIZO DEL RIO

me mira con su acuática tristeza
y su pena me arrastra hasta la infancia
unos padres, tal vez una abuela
exigencias, lágrimas, golpes
palabras vacías

me pide que le devuelva su porte y su norte,
y a mi turbia memoria le cuesta
reconocer esa mirada,
quiere llevarme al paraíso
sólo con buena voluntad
pero los hechos requieren una braveza que no tiene,

(una savia que también me ha abandonado.
el frío me aplastó los aromas
y la sal cubrió de blanco la música
el silencio hizo niebla detrás de mis ojos
y los sentimientos se embarraron)

arriba el cielo es una gema tentadora
y la tierra, siempre la tierra...
sugerente y provocativa,
tenaz en su convocatoria

pero el hechizo del río aún persiste,
le dejo que me moje los ojos
que ate moños a mis tobillos
que me sumerja,
el corazón manda
hacia la sombría mirada
hacia el reverso del tiempo

el corazón se me detiene en ese instante
¿es así la entrega?


REDUNDANCIA

igual hoy que ayer
las mismas horas
cada día igual,
repetido
de igual tenor
melodramáticos,
la rutina
y el aburrimiento
vuelven
y el futuro
que ayer prometía
ceremonia de impulso
se vuelve pasado
sin vena ni gloria.