12 de noviembre de 2009

Rep: "La cultura está esperando, sedienta de gente que le dé vida"

El dibujante argentino Miguel Repiso (Rep), nacido en 1961 en San Isidro, provincia de Buenos Aires, publicó su primer dibujo en 1976, en 1980 creo su primer personaje y recibió su primer premio. Trabajó en la revista "Humor", donde publicó las tiras "El recepcionista de arriba" y "La clínica del Dr. Cureta", y en la tercera época de la revista "Caras y Caretas" dibujó la historieta "Pitodoro". Colaboró además con las publicaciones "El Brulote", "Feriado Nacional", "La Sombrilla", "Magazine" y con el diario "El País" de España. Actualmente publica una tira diaria en "Página/12". Tiene publicados más de veinte libros, entre los que se pueden mencionar "Platinum plus", "La grandeza y la chiqueza", "Rep hizo los barrios", "Gaspar el revolú", "Joven argentino", "Rep para todos", "El Zebra", "Sex Rep", "Socorro", "Los Alfonsín", "Crash, bang, Rep" y "Bellas artes". "'Las Meninas' es uno de mis cuadros favoritos -dice Rep-, porque guarda misterio siempre, me parece que es una obra hecha por un contemporáneo. Ya sé que es una pintura que me va a acompañar toda la vida, es una certeza que tengo. Así como sé que 'Hamlet' -al que leí por primera vez a los ocho años- es un libro me va a acompañar toda la vida, y que John Lennon me va a gustar siempre, igual que algunas películas de Federico Fellini. Además, son obras que casi siempre tienen un poquito de humor, que han sabido buscar una vuelta de tuerca, no son esas obras rococó. Tienen ese humor que no busca lo gracioso, sino lo liberador. Esa es la vuelta de tuerca: ser como un respiradero. De no ser así, la obra de Velázquez sería cerrada y claustrofóbica, y no lo es. Con 'Las Meninas' me dan ganas de que me cuenten el cuento, de entrar ahí. Es como si me entregaran una antorcha para que la siga". La siguiente entrevista fue realizada por Judith Gociol y Mariana Fossati para el nº 2 de la revista "Nómada" de diciembre de 2006.¿Cómo leés la realidad?
Creo que todo lo que se supone que está ordenadito a los ojos, te lo ordena la sociedad o la cultura; de modo que todo tiene otra manera de verse. A mí me gusta mucho ver el mar poniendo la cabeza entre las piernas, porque entonces se ve el cielo en el lugar del mar y el mar en el lugar del cielo. De ese modo ves el mar más mar que viéndolo al derecho. Porque a veces al desacomodar las cosas se ven mejor; al dejarlas tal cual están, no se ven. Es como "La carta robada" de Poe: está ahí pero no la ves. Al cambiar las cosas de lugar se las alumbra más. Desolemnizar, desacralizar es ver de otra manera. Mi labor es desacomodar el sentido común, porque empareja para abajo. Estamos llenos de acomodadores de sentido común, y los únicos que tienen que tener sentido común, que son los políticos, no lo tienen. A mí me encantaría una sociedad donde no hubiera sentido común salvo en los acuerdos básicos para la convivencia. Sería bueno volverlo un sentido especial.

¿Cómo se desacomoda el sentido común?

Desde chico tengo una rebeldía natural hacia el sentido común, desde que observaba en mi casa ciertos modos represivos, rutinarios, poco imaginativos o las maneras solemnes de la escuela, y luego en las diferentes tribus con las que me fui cruzando. Siempre me provocó una especie de urticaria esa comodidad de repetir el pensamiento de otro. El sentido común es una moda, que cambia en la medida en que cambian los códigos del agradar social. Me parece, entonces, que se trata de desarmar el sentido único que aparentan tener las cosas. Plantarse desde otros puntos de vista. Por ejemplo, entro a un living y me encuentro con una reunión de clase media, miro y pienso: cómo se contaría esto desde la rubia aquella, o desde el cuadro que está colgado en la pared; y qué tal si soy un insecto, o un ángel que pasa por la ventana o la mucama. Creo que hay que mirar la vida de manera cubista. Muchas veces me dijeron: "no te entiendo", y yo entonces me preguntaba si sería una falla técnica; creo que en parte debe ser impericia, pero también esa rebeldía frente al sentido común.

¿Temés perder lectores?

Lo que pasa es que siento que ya bastante traicioné a mis lectores, los voy acomodando a mis personajes, los convoco a construirlos juntos y después los corto. No puedo ser muy fiel a los contratos, necesito ser más fiel a mis necesidades, si no dejo de ser yo. Hay días en que me veo indignado y hasta reaccionario, porque es muy difícil vivir entero toda una vida, vivir un calendario completo. Cuando quiero ser directo lo soy y cuando estoy enojado trato de no ser un indignado ciego sino con argumentos. Pero tampoco me importa perder lectores. Me parece que ésta es mi honestidad.

¿Considerás que sos duro con tus lectores?

La verdad es que tengo un buen concepto del ser humano, creo que hay humoristas que son más jodidos en ese sentido: Langer es un tipo rejodido con la clase media; o Grondona White. Mis obsesiones son otras: el dolor, la muerte, la justicia, los opresores y los oprimidos, los perdedores. Creo que hay cuestiones que te las cargan de chiquito, te las carga la sociedad, la escuela, la familia... y tenés que lidiar toda tu vida con esas sensaciones e imágenes que quedaron en el inconsciente. Pienso que la muerte se me ha cargado desde niño y el dolor también, cierta solemnidad con la muerte y el dolor. Ver a Cristo colgando de una cruz mientras tomás la teta, ese tipo torturado muriéndose, es sacralizar el dolor. El dolor y el sufrimiento tienen buena prensa. El día de la condena a los milicos luego del Juicio a las Juntas, por ejemplo, cuando los condenan a todos yo siento un poco de pena, porque pasan al lado del perdedor que es el que a mí me interesa. Inmediatamente paso del lado de la víctima y del perdedor. Por eso ahora estoy tan enojado con los "progres": han llegado al poder. Ahora son más ganadores que antes, ahora vamos a ver, ahora que hagan autocrítica.

¿En qué artistas encontrás ese "sentido especial" del que hablabas?

Pienso en el español El Roto, pienso en muchos plásticos. León Ferrari acomoda de otra manera las cosas que están a la vista y devela otras verdades. A veces yo trabajo también con ciertas obsesiones porque descubro que hay otras miradas sobre el mismo punto. Creo que en eso el dibujo es mi arma, mi humor tiene que ser liberador o no es nada, no tiene que ser carcajeador, o busca-alegrías, tiene que ser liberador en el sentido más profundo de la palabra, que a veces viene con una carga de angustia y a veces viene con una carga de juego.

¿Libera al lector o te libera a vos?

Si es un humor que no es fórmula nos libera a todos. La sociedad está cargada de comicidad, de amabilidades, de sonrisas. Pero eso no es humor porque no es liberador, son recursos para vender productos, para vender política, para seducir. Hay humoristas que no tienen una fórmula y otros que explotan un recurso hasta el fin de sus días. Cuando alguien se aferra a una fórmula se amolda a un tipo de cosa más abrigadora, establece un acuerdo suave con el lector, busca ser agradable sin inquietarlo demasiado. En cambio, liberar es ser lúdico frente a una situación muy amarga y, a la inversa, cuando una situación es tomada a la chacota pegar el zarpazo y decir: "che, miremos que esto tiene su arista densa". Hay una frase maldita de mi madre, que es una condena pero ilustra: "Después de la risa viene el llanto", dice ella y también se puede pensarla al revés, después del llanto viene la risa, y después de la lluvia el sol... Eso es liberador. Aunque, ojo, si hay algo denso, volverlo liviano y viceversa, tampoco es una fórmula para hacer humor liberador. Hay que estar atento, llegar a las situaciones humorísticas con pensamiento, habiendo pensado el dolor, lo social, lo político, las frivolidades, las vanidades. Y sobre lo que uno no pensó, es mejor no hacer humor.

¿Cómo pensás la cultura?

Me parece que la cultura con C mayúscula, así como las obras clásicas, está esperando sedienta de gente que le dé vida. No pienso que le haya faltado el respeto a "El Quijote" con mi adaptación o a la historia del arte con mi muestra "Bellas Artes", pienso que les di una forma de vida. Hay que faltarles el respeto justamente porque se los quiere, no porque se los quiera destruir. Cuando yo era chico y me obligaron a leer a "El Quijote", quería destruirlo; ahora no me obligaron, lo leí bien y me parece una obra maravillosa. Es como la vida: cuando lo leí por primera vez no tenía experiencia. Ahora puedo entender que cada línea de ese libro está escrita con sangre, con vida, y con mucho humor. Entonces, lo que hice fue destaparle las telas de araña que tenía para mí, en mi arcón. La cultura no es tan compleja, ni tan lejana; en realidad es más simple de lo que se la muestra.

¿Por qué dijiste, más de una vez, que "El Quijote" cambió tu vida y tu forma de dibujar?

Porque primero era como tener un terrenito, luego un campito y después de "El Quijote" el horizonte se amplió: ahora tengo varias hectáreas en donde ya no se ve el alambrado. Después de "El Quijote" me le animo a la Biblia, a "Las mil y una noches". Se rompió la tranquera y escaparon los potrillos, los bueyes, los canguros... Todo lo qué andaba por ahí. Se liberó el niño. Y no es un mérito especialmente mío, es un universo que tenemos todos y con un poco de laburo y cierta osadía, sale a la vida.