2 de abril de 2012

P.D. James: "Es muy fácil escribir mal una novela policíaca, lo realmente difícil es escribirla bien" (2)

En "Time to be in earnest" (La edad de la franqueza), la autobiografía que publicó en 1999, P.D. James se refiere a los sentimientos en función de la literatura y se pregunta hasta qué punto las emociones de un novelista deben influenciar el proceso de escritura. "Una novela -afirma- no puede ser sólo un trozo crudo de experiencias personales, aunque sea trágico y atrapante. Estamos obligados a usar nuestra propia vida como material -¿de qué otra cosa disponemos?-, pero un novelista debe ser capaz de dar un paso al costado de sus experiencias, observarlas objetivamente sin importar cuán dolorosas sean, y darles una forma satisfactoria. Es esta capacidad para tomar distancia de las propias experiencias, para describirlas con emoción controlada lo que hace a un novelista". También alude allí a los diversos elementos que se complementan para componer una novela (argumento, caracterización, escenario, estilo y estructura). Respecto del escenario, por ejemplo, dice la autora de "Devices and desires" (Intrigas y deseos) que el género de misterio alcanza a menudo su máxima eficacia cuando el ambiente se encuentra aislado y los personajes se ven obligados a compartir una proximidad, a veces a regañadientes. Opina P.D. James que el escenario siempre ayuda a crear un clima y colabora en la creación de los personajes, a los que define como el corazón de toda novela. Aconseja describir detalladamente las habitaciones donde los personajes viven o trabajan. Según ella, ésta puede ser una forma indirecta de sugerir la personalidad de sus ocupantes mejor que una enumeración de cualidades. En sus novelas nunca describe la ropa de sus personajes -salvo para expresar estados de ánimo, rasgos de carácter, oficio o clase social-. En cambio se detiene siempre en los gestos, en la expresión y en los rasgos físicos, especialmente la mirada y la voz. La estructuración de la historia, por otra parte, requiere establecer bien temprano los motivos para cometer el crimen. James afirma que ésta es una de las grandes dificultades. El dinero es siempre una motivación creíble, dice, por ejemplo a través del chantaje o en relación con una herencia o una estafa. También los rencores muy arraigados son verosímiles, pero como afirma uno de sus personajes: "Suele considerarse que la emoción más peligrosa es el odio, pero no lo creas, la emoción más peligrosa es el amor". Opina que aún en la realidad un móvil común es el deseo del asesino de favorecer, proteger o vengar a quien él o ella ama profundamente. En cuanto al estilo que utiliza James, vale destacar que es siempre realista en sus perfiles de los personajes y de las situaciones. El tema de las pasiones humanas como la envidia, la rivalidad, los celos, la mezquindad, siempre es puesto en sus personajes sin cuestionamientos morales. Un recurso técnico esencial que utiliza es el de crear contrastes, sobre todo ambientales. La presencia de los paisajes y su descripción pormenorizada es un rasgo característico en su obra. Otra característica de su estilo es el asombroso detallismo con que relata los hechos. Sobre estos y otros aspectos de la narrativa policial habla P.D. James en la segunda parte de la recopilación de entrevistas.


¿Encuentra usted primero el cadáver y construye la historia alrededor de ello?

No, aunque sea un modo de hacerlo. Con un cuerpo desnudo comenzó Dorothy Sayers su
"¿De quién es el cuerpo?". Uno de mis libros, "Mortaja para un ruiseñor", comenzó con una idea peculiar para matar a alguien. Esta idea me vino cuando vi a un paciente siendo alimentado por un tubo en el estómago y pensé que podría usar el mismo método para matar a alguien poniendo veneno en vez de leche. Y lo hice. Pero, por lo general, lo que provoca mi imaginación es el escenario.

¿Cómo consigue usted el escenario? ¿Por casualidad o imaginándoselo? ¿Alguna vez va usted y lo busca del mismo modo que un director cinematográfico?

Nunca lo busco deliberadamente. Nunca he sido de la opinión que en cuanto he terminado un libro tengo que comenzar uno nuevo. Espero mucho tiempo para la inspiración. Desde luego mantengo mi mente y mi imaginación abiertas para recibir la inspiración, pero no corro de un lado para otro buscando sitios con la esperanza de que ellos pueden proveerme un escenario. El momento de la aparición de la inspiración es siempre fortuito y es un momento muy apasionante, porque es entonces cuando sé que tengo un libro. Sin embargo, lleva mucho tiempo escribirlo.

Muchos novelistas y dramaturgos modernos admiten que tienen problemas para crear argumentos. Recuerdo a Tom Stoppard que dijo que muchos prescinden del argumento totalmente y escriben novelas en las cuales nada en particular pasa. En la novela policíaca el argumento es todo. ¿Cómo concibe usted sus historias después de que tiene el escenario? ¿Comienza usted a escribir inmediatamente?

No. No durante meses. Pienso que muchas personas no saben crear argumentos y no pueden contar historias. Algunos escritores no quieren hacerlo porque desean ser diferentes. Pero existe una fuerte tradición en la narrativa de ficción inglesa y todos nuestros grandes novelistas del pasado la han respetado. Yo creo que el argumento es necesario, aunque fuera fácil escribir un libro sin él. En los años treinta, durante la "edad de oro" de la novela policíaca, el argumento lo era todo. Lo que al lector le gustaba era el ingenio del argumento. Uno no podía presentar un asesinato ordinario; tenía que ser hecho con una astucia excepcional. Esto era en la época cuando los cadáveres eran encontrados en cuartos cerrados con ventanas cerradas y una mirada de horror en sus caras. Con el ingenio de Agatha Christie este argumento era supremo. Nadie buscaba la sutileza en la caracterización o la motivación, la buena escritura. Se parecía más bien a un truco de cartas literario. Hoy hemos superado ese estilo. Necesitamos de un buen argumento, y eso toma mucho tiempo.

Por eso los novelistas dicen que no saben cómo será el final. Con la novela policíaca usted lo debe saber, ya que el cadáver está allí desde el principio.

Es verdad, pero hay una distinción entre una novela de crimen y una novela policíaca. Esta tiene una forma muy ordenada, porque depende del racionamiento y las pistas lógicas para solucionar el misterio. Es una forma cerebral de literatura. Ya que la solución debe ser lógica, uno debe saber el final desde el principio.

Partiendo de que en ambos casos un crimen, por lo general un asesinato, ha sido cometido, ¿puede usted explayarse sobre la diferencia entre la novela de crimen y la novela policíaca?

La novela de crimen cubre un amplio espectro, desde Agatha Christie y su pequeño pueblo inglés -que a pesar de su tasa media de homicidios nunca pierde su inocencia- hasta Wilkie Collins o el Anthony Trollope de "Los diamantes de Eustace", pasando por "El misterio de Edwin Drood" de Dickens, las novelas de espionaje de Graham Greene, o "Crimen y castigo" y "Los hermanos Karamazov" de Dostoievsky. Entonces, yo veo a la novela policíaca como una subespecie de la novela de crimen. Los norteamericanos la llaman "novela de misterio", que, pienso, es una descripción apropiada. En la novela de crimen usted puede conocer desde el principio quién cometió el crimen, pero el interés radica en saber si el criminal será atrapado y en el efecto que causará el crimen sobre la sociedad en la cual él vive. Usted puede decir que "Brighton, parque de atracciones" de Graham Greene es una novela de crimen, pero ésta no contiene ningún misterio. De modo que la novela policíaca es más limitada.

¿Una vez que usted comienza la historia, va desde el principio al fin o escribe la escena de asesinato primero?

Eso depende. A veces escribo primero las escenas principales, decisivas; luego hago el resto. Uno podría encontrarse con el problema con la continuidad, pero por lo general acierto en ello.

Vayamos al personaje central, el detective. El aparece novela tras novela, lo que es bastante práctico. Desde que lo creó, usted puede verlo cambiar, envejecer, enamorarse. Su detective es el Comandante Adam Dalgliesh de Scotland Yard. ¿Cómo lo encontró usted? ¿Dónde consiguió su nombre? ¿El es la versión masculina de usted?

Mi profesora de inglés era una señora escocesa llamada Maisie Dalgliesh. Quise un nombre que no fuese demasiado insólito y no demasiado común. Lo interesante es que lo llamé Adam y, años más tarde, mi profesora me dijo que su padre se llamaba así. Pero no pienso que él sea una versión masculina de mí. Seguramente él tiene características que admiro en un ser humano porque, si usted crea un personaje que debe volver en libros subsecuentes, le tiene que gustar y ser capaz de convivir con él durante años. Entonces, hay una lección para todos nosotros en las novelas de los años treinta: Agatha Christie debe haber lamentado a ese pequeño belga gracioso con sus bigotes encerados. Pero a ella se la identificó con él. Dorothy Sayers tuvo el mismo problema con Peter Wimsey, que comenzó como un simple hombre de mundo en "¿De quién es el cuerpo?" pero se convirtió en Lord en "Noche llamativa". Entonces pensé que yo debía crear a alguien que tuviese las cualidades de generosidad, de respeto, de compasión, de inteligencia.

¡Las mismas cualidades que se le atribuyen a usted! Luego, un día dejó por un momento a Dalgliesh y presentó a la detective Cordelia Gray. ¿Tuvo esto que ver con la moda feminista en las novelas policíacas?

No. Ella surgió de la necesidad de aquella historia en particular. Quise ambientar el libro en Cambridge, donde el asesinato particularmente horrible de un estudiante había ocurrido, y esto requería de un detective joven. De pronto pensé que podría ser una mujer. Es un misterio para mí cómo estas ideas aparecen de repente. Cordelia es encantadora, valerosa, independiente. Ella hereda una agencia de investigaciones de su jefe, la que debe hacer funcionar, de ahí el título "Poco digno para una mujer". El primer caso que ella consigue es el de la muerte del hijo de un científico eminente de Cambridge. La investigación arroja el veredicto de suicidio, pero el padre siente que es un asesinato y quiere saber por qué. Allí aparece Cordelia y descubre que el suicidio fue falsificado y que la muerte era en verdad un asesinato.

Hay un gran número de detectives mujeres famosas, en particular en Estados Unidos. A diferencia de la señorita Marple de Agatha Christie, ellas no son aficionadas y sí sumamente profesionales -llevan armas, beben, vomitan-; no son dóciles y una sociedad horrible se mueve alrededor de ellas...

Es verdad. En particular sucede con las escritoras norteamericanas. Sus investigadoras privadas funcionan en un mundo violento y llevan armas tal como hacen los hombres. Pero en nuestro país no permiten que los investigadores privados porten armas, y de todos modos Cordelia es una creación más vieja -la escribí hace veinte años-. En Dashiell Hammett y en Raymond Chandler, el detective es un solitario que a menudo trabaja contra la policía. De algún modo la policía es como un peligro verdadero para él como lo es el criminal, ya que si ellos no lo aprueban, él podría perder su licencia para practicar. Pero en mi libro habría sido poco realista si Cordelia fuera una detective privada con armas.

¿Supone usted que el feminismo tiene algo que ver con la aparición del detective femenino?

Probablemente. Pero también éstas son novelas realistas, y los detectives privados tienen que ser profesionales si quieren trabajar satisfactoriamente en una sociedad como aquella.

Usted es, como dice, de una generación más vieja. ¿Se describiría usted como una feminista?

Creo que es solamente una etiqueta. Soy feminista en la medida en que quiero un trato igualitario para las mujeres: igualdad de oportunidades, igualdad de salarios, una sociedad más justa. Y tengo un gran afecto hacia los miembros de mi propio sexo. Pero me parece que algunas feministas radicales de hoy están contra los hombres y tienen aversión de ser mujeres, y yo no puedo acompañar esto. La verdad es que no hay ninguna respuesta fácil a algunas preguntas fundamentales; biológicamente estamos diseñadas para parir niños y los niños tienen una gran necesidad de nosotras, sobre todo en sus primeros años. Esto lo hace más difícil para las mujeres que quieren seguir una carrera en igualdad de condiciones con los hombres. Paradójicamente, las mujeres de hoy tienen una vida mucho más difícil que la que tenían nuestras abuelas, aunque haya más igualdad entre los sexos. En el pasado, las mujeres ampliaban sus familias y tenían niñeras
 confiables. Hoy no tenemos tal ayuda y el hecho de trabajar fuera de sus casas implica para las mujeres correr el riesgo de dañar a sus niños. Por consiguiente las mujeres se esfuerzan física y emocionalmente, trabajando mucho para cumplir con su trabajo y tener una familia. Alguien tiene que controlar la casa, y la mujer es el corazón de la familia, aunque su marido pueda compartir las tareas. Puede ser que las mujeres tengan que optar por dejar el trabajo y permanecer en casa durante unos años hasta que los niños vayan a la escuela. Entonces, a menudo, esta supuesta independencia significa que deba pagarle a alguien para que haga su trabajo: usted va a trabajar para ganar el dinero para pagarle a la mujer que cuida de sus niños. ¡Ella disfruta de sus niños en vez de usted!

¿Encuentra usted difícil ventilar estos temas en la atmósfera políticamente correcta de determinados establecimientos como las universidades, donde a menudo da conferencias?

Fui hace poco al Somerville College de Oxford y en los vestuarios había avisos sobre una línea de ayuda para esto y una línea de ayuda para lo otro... Pensé en aquellas mujeres espléndidas que fueron las primeras en graduarse en ese colegio y cuyos retratos están colgados en las paredes, y pensé que la vida no podía haber sido fácil para ellas. Si ellas volvieran hoy estarían horrorizadas de ver en que sociedad vivimos. Creo que la corrección política puede ser una forma de fascismo lingüístico, y esto provoca temblores en la espina dorsal de mi generación que fue a la guerra contra el fascismo. ¡El único modo de reaccionar es el de levantarse por la mañana y comenzar el día diciendo cuatro o cinco cosas infinitamente incorrectas políticamente antes del desayuno!