12 de julio de 2014

Gérard Duménil: "La cuestión central es la estratificación social del orden económico vigente. A este respecto, el futuro dependerá de la lucha de clases, como de costumbre" (5)

Duménil, junto a Lévy, basa la caracterización de una tercera clase social en la condición de no propietarios de los medios de producción en los estratos gerenciales, y en su carácter de asalariados, aunque claramente diferenciados de las clases populares. Aunque sostiene que las elevadas remuneraciones de estos sectores sugieren su participación en la apropiación de la plusvalía, queda subestimada en su lectura el carácter antagónico del proceso de producción en el cual el conjunto de los estratos gerenciales operan como enlace para asegurar en todos los niveles el despotismo fabril. Cabría decir que la autonomía que Duménil adjudica a este estrato durante los años del New Deal y la inmediata posguerra, así como la minimización de los intereses capitalistas que observa durante este período expresada, por ejemplo, en el desdén por la valorización bursátil de las firmas, no fueron una imposición realizada por un estrato autónomo contra la clase capitalista sino una respuesta de ésta para salvaguardar sus intereses estratégicos. Así como la derrota de los procesos revolucionarios en los ‘60 y ‘70, que devolvió la confianza a la burguesía en la fuerza de su dominio, fue la señal para lanzar una nueva ofensiva para revertir todas las concesiones otorgadas. A continuación, la quinta parte del resumen de entrevistas a Gérard Duménil.


La categoría de los cuadros gerenciales ocupa un puesto central en su obra. ¿Puede recordarnos rápidamente su análisis y su relación con el de Marx? Más concretamente, ¿cómo definiría los perfiles de esta categoría y cuáles son los recursos que constituyen esta clase como grupo social dotado de una capacidad de acción propia? Del mismo modo, evoca una transición hacia un postcapitalismo gerencial. Según su opinión, ¿cuáles serían las relaciones sociales constitutivas de este modo de producción en vías de desarrollo?

En lo que respecta a la relación con la teoría de Marx, nuestra problemática combina fundamentalismo y revisionismo. Tomamos de la teoría marxista las relaciones sociales y vemos en la lucha de clases el motor de la historia en combinación con la gran dinámica histórica de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. No obstante, a partir de ahora, haría falta sustituir la estructura binaria por una ternaria. Definimos a los cuadros gerenciales como clase en referencia a su posición específica frente a los medios de producción -incluyendo la fuerza del trabajo de otros empleados-, teniendo en sus manos el control sin ser propietarios. La similitud de su actividad profesional y de su modo de vida nos lleva a asociar los cuadros gerenciales del sector público a los del privado. Este marco teórico que viene apoyándose en las observaciones empíricas, principalmente en lo que concierne a las rentas, nos obliga a aplicar en dichos ámbitos una definición más ajustada que la estatutaria dada en Francia. Si nuestra evidencia es una de las más asentadas respecto a esta estructura ternaria, formulamos una hipótesis más audaz por la que el capitalismo podría llegar a dejar sitio a un nuevo modo de producción postcapitalista llamado gerencialismo, cuya clase superior sería la de los cuadros gerenciales. Esta hipótesis gerentista nos empuja a ver en el capitalismo ternario actual una transición entre dos modos de producción a los cuales llamamos capitalismo gerencial o, aplicando el concepto anglosajón, capitalismo managerial. La estructura de clase ternaria puede, así, ser interpretada como una expresión de la superposición de dos antagonistas de clase, cada uno cercano a un modo de producción en concreto: capitalistas-proletarios (capitalismo) y cuadros gerenciales-clases populares (gerencialismo). El modo de producción gerencialista postcapitalista, como toda sociedad de clases, no viene dado sin contradicciones. Se puede apreciar que la experiencia soviética gozaba de esta misma naturaleza. Esta fracasó por sus propias contradicciones internas y acabó en una vuelta al capitalismo por culpa de las persecuciones que sufrieron las luchas populares dentro del contexto de una represión radical. En los años inmediatos a la Segunda Guerra Mundial, y continuando con el ala reformista del movimiento obrero, la sociedad inició una transición similar y, del mismo modo, acabó ahogándose en sus propias contradicciones. Pensamos que la estructura de clase tripartita permite hacer una lectura de las transformaciones sufridas por el capitalismo desde finales del siglo XIX; más concretamente, del compromiso keynesiano de la posguerra y del neoliberalismo. Su poder explicativo frente a las dinámicas económicas y políticas es, para nosotros, una de las justificaciones principales de este cuadro analítico. Resumiendo a grandes rasgos: prolongar a Marx en lugar de abandonarlo, con el fin de comprender la historia de nuestras sociedades y sus configuraciones contemporáneas, además de tener el objetivo de contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, al reinicio de las trayectorias para el progreso.

¿Cuál es el origen de su aproximación con relación a los otros trabajos que insisten en la división entre gerentes y propietarios, dentro y fuera del marxismo?

Hay mucha literatura sobre la revolución gerencial y la caracterización social de los cuadros gerenciales que han obtenido como resultado: funciones, suposición de clase, opciones políticas… Habiendo optado por un formato limitado como es el formato libro, y acotando la amplitud de campo, optamos por presentar nuestros análisis como tal, sin que ello nos libre de la confrontación. Durante la Revolución Francesa, los primeros teóricos de la comunidad de bienes y trabajos, especialmente Gracchus Babeuf cuando el término comunismo aún no se había impuesto, ya se planteaban el problema del papel de los dirigentes en los establecimientos de una sociedad nueva. Todos los socialismos utópicos (Owen, Fourier) o pequeñoburgueses (Proudhon), debieron enfrentarse a esta tesis sin hablar de sí mismos, como Saint-Simon, para quien el socialismo debía estar en manos de una casta dirigente de sabios y directores de empresa. La cuestión tendría un papel central en el seno de la Primera Internacional, dentro de la controversia entre las corrientes marxistas autoritarias y las anarquistas. En el contexto de la Revolución de Octubre se plantearía rápidamente la cuestión de subtitutismo como toma del poder por los cuadros políticos. Podemos citar a todos los pioneros teóricos que hicieron de los cuadros gerenciales una clase: Robert Michels o Alexander Bogdanov, y unos trámites que contribuirían a la denuncia de la naturaleza de clase de la sociedad soviética. Veinte años después, James Burnham generalizó esta tesis sosteniendo en su obra de 1941, "La revolución gerencial", que el capitalismo cedería el puesto a una sociedad gerencial y que la Unión Soviética sería el primer ejemplo. Un año más tarde, Joseph Schumpeter afirmaba que el socialismo (un modelo muy gerentista) sucedería al capitalismo. Lejos del marxismo o del socialismo, es necesario citar a Kenneth Galbraith y su tecnoestructura, así como a Alfred Chandler, cuyos trabajos van en la línea de la extensa literatura estadounidense consagrada a las consecuencias de la revolución gerencial. Más cercano a nosotros, tenemos la confrontación de los sociólogos con este fenómeno. Pierre Bourdieu, por ejemplo, añadiendo el capital cultural al económico, abría una vía a la caracterización social de los cuadros gerenciales, pero el estudio de las prácticas de gestión no era una de sus tesis preferidas. En su análisis del neoliberalismo veía en la acción de los cuadros financieros un poder que oponía al de las clases capitalistas (digamos que la verdadera relación es que las clases capitalistas consiguieron imponer una gestión de empresas según sus criterios, dado que los cuadros financieros ejercieron el poder sobre los medios de producción). Un sociólogo de la talla Luc Boltanski muestra un gran interés en el proceso de formación de la categoría social de los cuadros gerenciales, y no por su posición social como tal. Debe prestarse especial atención a la socioeconomía de inspiración marxista de los últimos decenios. Empezando por los menos revisionistas, no podemos dejar de mencionar a Eric Olin Wright, quien permanece en la problemática marxista tradicional de las dos clases, capitalistas y asalariados. La fracción superior de los asalariados, los gerentes o mánagers (que distinguen el poder y la competencia) son mejor remunerados por los capitalistas. Nicos Poulantzas veía en los cuadros gerenciales una nueva pequeña burguesía, pues extraen sus salarios del beneficio, y de ahí la plusvalía. Desde el inicio de los años '70 sostenemos una tesis perecida afirmando que esta interpretación era la más satisfactoria desde que se pretendía respetar las categorías marxianas, pero apuntando, como conclusión, la necesidad de salir de ese cuadro analítico; reconocer, con el mismo rigor, su poder explicativo y sus límites. Nuestro trabajo, llevado a cabo a lo largo de las últimas décadas, continúa este camino. Ateniéndonos a lo esencial, la interpretación más cercana a la nuestra es, irrefutablemente, la que Alain Bihr expresa en su obra de 1989, "Entre burguesía y proletariado. El marco capitalista". Bihr comprende a la perfección la exigencia del rebasamiento de la problemática de "El Capital" para dar cuenta del marco capitalista: "observamos que es totalmente imposible dar cuenta del marco capitalista en cuanto clase sustentada sobre la sola base de las relaciones capitalistas de producción".

Parece que ha considerado que el neoliberalismo no es más que la reafirmación del antiguo liberalismo. ¿Esta ideología no tiene ninguna cualidad de naturaleza política que consista en la construcción voluntaria de una lógica competitiva a todos los niveles de la esfera social?

Esta cuestión da muestra de que, respecto a dos puntos estrechamente vinculados, no conseguimos hacer que se nos entienda. Nunca hemos definido el neoliberalismo como una ideología, pero sí como una etapa del capitalismo -lo que venimos llamando orden social-caracterizado por una alianza de la clase específica y un conjunto de prácticas de clase. En la secuencia de órdenes sociales de principios del siglo XX distinguimos: la primera hegemonía de las finanzas, hasta el crack del '29; el compromiso socialdemócrata de la posguerra, hasta la crisis de finales de los '70; y el neoliberalismo como segunda hegemonía de las finanzas. Por finanzas entendemos las fracciones superiores de las clases capitalistas y sus instituciones financieras. Lo que el primer y el tercer orden social tienen en común es esta hegemonía de clases capitalistas y la alianza con los cuadros gerenciales. Dejando esto a un lado, las diferencias entre estas configuraciones son considerables y, en nuestra problemática, están asociadas a la progresión de la socialización de la producción y a los aspectos gerentistas cada vez más avanzados en las sociedades actuales. En ningún momento decimos que "el neoliberalismo no es más que la reafirmación del antiguo liberalismo". En segundo lugar, claro que hay una ideología neoliberal que corresponde a las finalidades de este orden social, haciendo eco de su naturaleza de clase. Pero de esta ideología -la referencia a los mercados, a su autodisciplina, a su capacidad de garantizar situaciones óptimas, etc.- a la realidad social hay una distancia considerable. Por poner un solo ejemplo: la existencia de políticas macroeconómicas verdaderamente activas dentro del propio neoliberalismo y su fortalecimiento a pasos agigantados en Estados Unidos.

Su posición sobre la cuestión europea parece poco contundente ante la gravedad de la situación. ¿No quedan desatendidos los efectos de camuflaje utilizados por el dispositivo político europeo respecto a la degradación de la situación social y política de las clases populares? Del mismo modo, usted afirma que "el espacio económico es necesariamente europeo", subrayando que desde el punto de vista de la propiedad del capital "los diferentes países de la Europa continental están relativamente poco aliados entre sí". ¿No es esto una clara contradicción? El enfrentamiento con las instituciones de la Unión Europea y la puesta en riesgo de este plan de clases dominantes, ¿no es un giro necesario para la realización de todo proyecto emancipador?

Empecemos por la primera parte de su pregunta. Evidentemente hay "efectos de camuflaje utilizados por el dispositivo político europeo" en el origen de "la degradación de la situación social y política de las clases populares". De hecho, se ha consagrado un gran parte del libro a su análisis. La diferencia entre su punto de vista y el nuestro es que nosotros no ubicamos el origen en los mismos mecanismos. No es Europa la que está en juego, sino la Europa neoliberal. Es en el neoliberalismo donde hay que situarlo. Los hay que piensan que Europa es necesariamente neoliberal por naturaleza -ya desde el inicio de la construcción europea-, que sólo hay salvación saliendo de la Unión Europea y la Eurozona. Esta no es nuestra opinión. El repliegue nacional sería una de las peores soluciones. Volvemos a ello respondiendo a la segunda parte de su pregunta, la contradicción que ha señalado. La primera observación es que, desde la perspectiva de la propiedad, Europa está menos integrada en la gran nebulosa del neoliberalismo anglosajón de lo que se podría pensar. Si uno cree en la construcción europea, tendrá que lamentarlo. El punto fuerte es que las redes de gestión (entre consejos de administración) existen y toman fuerza a escala continental, y esto no se ha destruido en Europa como ocurre en el mundo más directamente sumiso de la finanza anglosajona. Este es un factor que juega a favor de una dinámica europea alternativa. Para finalizar, tenemos el enfrentamiento con "las instituciones de la Unión Europea y la puesta en riesgo de este plan de clases dominantes". ¿No es algo necesario? Efectivamente, es una de las tesis centrales del libro.

Uno de los hechos más significativos de los últimos decenios es la integración de China en el capitalismo globalizado, la caída del bloque soviético y el abandono de las estrategias de progreso en los países en vías de desarrollo. ¿Cómo interpreta las reconfiguraciones de clases internas que corresponde a estos virajes? Según su punto de vista, ¿a qué tipo de nueva orden internacional da lugar el surgimiento de estos nuevos poderes capitalistas? Dicho de otro modo, ¿en qué lugar se ubica usted dentro del espectro de posiciones con relación al imperialismo contemporáneo, el cual iría de Panitch a Arrighi?

Empecemos por la primera pregunta, la cual es bastante considerable, ya que reenvía a configuraciones bien diferenciadas y variadas. Muy esquemáticamente: Rusia, China, países emergentes (utilizaremos Brasil y México como ejemplos). La clase superior de cuadros gerenciales que dominaba la Unión Soviética antes de la caída del muro (dentro de un gerentismo autoritario y burocrático, y no un capitalismo de Estado) eligió una transición brutal hacia el capitalismo, una elección colectiva política. Esto se debe a que veía la posibilidad de mejorar de manera formidable su posición social (empleando todos los medios, los más ilegales incluso). Las vías reformistas de Gorbachov fueron abandonadas igual de rápidamente pese a los riesgos expuestos concernientes a la Unión. China, con la misma intención, emprendió una transición hacia el capitalismo siguiendo la conducta de dichas clases de cuadros gerenciales. Estas sustentaban el poder, así como la de los nuevos capitalistas (los primeros se mudaron durante mucho tiempo a la posición de los segundos, y estos se pusieron en cabeza dentro de las jerarquías del partido y las gubernamentales). No obstante, la observación de la experiencia soviética (el estancamiento de su industria y su descomposición territorial), así como las crisis del neoliberalismo -en Asia o América Latina- mantenidas por un fortísimo nacionalismo (la voluntad de reencontrar un estatus histórico ridiculizado por el imperialismo occidental) han conducido a las clases dirigentes chinas a unirse bajo la bandera del Partido Comunista con el fin de llevar a buen puerto esta empresa. Todas las potencialidades de una gran intervención estatal -así como de un control social y de potentes intervenciones económicas- fueron llevadas a cabo para asegurar esta acumulación de capital, una forma especial de neogerencialismo. En conclusión, se aprecia que los países de la periferia han abandonado las políticas de sustitución de importaciones. Por ahora, algunos han rechazado integrarse en la mundialización neoliberal (lo que no significa, necesariamente, un abandono de las reglas neoliberales en su organización interna). Brasil es un buen ejemplo de integración: reorienta su comercio exterior hacia circuitos menos centrados que Estados Unidos, así como las estructuras sociales, consagrando simultáneamente la preeminencia del sector financiero y estabilizando ciertos tipos de protección social. Actualmente numerosos economistas del país sostienen esta tesis, la de una vuelta hacia las políticas de desarrollo. México es el mejor contraejemplo: anclado a Estados Unidos y Canadá por un acuerdo de libre intercambio y con consecuencias catastróficas. Allí continúan, inequívocamente, con opciones neoliberales después de mucho tiempo, por lo que ya prevemos los dramáticos resultados. Podemos comprobar que ambos países tienen en su haber poderosos millonarios. En lo que respecta a Leo Panitch y Giovanni Arrighi, nos percatamos que en su pregunta hace alusión a los artículos publicados recientemente por Leo Panitch y Sam Gindin, y la manera en la que ambos se posicionan respecto a los análisis de Arrighi (en concreto, "La geometría del imperialismo", de 1978). Este sostenía que el concepto de imperialismo, tras haber sido considerado en todas sus acepciones, quedaba vacío. La tesis de Panitch y Gindin es la del gran imperialismo estadounidense, el cual domina mundialmente, incluyendo a los otros países capitalistas tanto del centro como de la periferia. Estos son temas de los que hemos hablado largo y tendido desde los inicios del siglo XXI cuando trabajamos sobre América Latina. No nos posicionamos entre Panitch-Gindin y Arrighi. Incluso si su morfología ha cambiado, la noción de imperialismo conserva todo su sentido en los planos económico, político y militar. El imperialismo pasa por fases, pero su naturaleza es de carácter estructural, permaneciendo así las sociedades de clase. En el plano económico, trata siempre de apropiarse del excedente de otras regiones del mundo (por eso se pueden importar esclavos o materias primas a bajo costo y realizar importaciones o exportaciones de capital). En el plano político, es siempre un sistema de dominación jerárquica entre países dirigidos por sus Estados. Cualquier medio es bueno, diplomático y militar (corrupción, subversión y guerra). A la dominación se le suma la colaboración de las clases superiores locales. En según qué periodos históricos, un país domina -España, Inglaterra, Estados Unidos- en esta gran nebulosa donde el más fuerte explota al más débil, donde hay bajos imperialismos, concepto que comprende la Europa actual (también ella tiene centro y periferias), pero podríamos pensar igualmente en Rusia o China. ¿O es que lo acontecido ahora en Ucrania no es un enredo entre imperialismos? En resumen: ni Panitch-Gindin ni Arrighi; simplemente, imperialismo en todos sus estados.