6 de marzo de 2016

Ezequiel Adamovsky: "La clase media no es una clase social propiamente dicha sino una identidad" (2)

Para la socióloga argentina Maristella Svampa (1961) hay muchas clases medias. Están las clases medias retrógradas, que apuntan a la derecha, y las clases medias progresistas, que apuntan a un bien común amplio e inclusivo. Esa tensión está presente todo el tiempo. En su ensayo “Clases medias, cuestión social y nuevos marcos de sociabilidad” menciona cinco rasgos distintivos de las clases medias argentinas: debilidad estructural, heterogeneidad social y ocupacional, movilidad social ascendente, capacidad de consumo e importancia como actor político y social. Ezequiel Adamovsky estuvo investigando durante diez años a ese sector. Su trabajo abarca la parábola de la clase media en términos materiales, así como su desarrollo en tanto identidad social esbozada, primero, en la Argentina del Centenario (cuando se identificaba a la clase media con el “ser nacional” blanco, europeo e inmigrante), luego promovida con mayor insistencia entre 1919 y 1943 (cuando las migraciones internas del campo pobre a las ciudades duplicaron el número de integrantes de la clase obrera en quince años, agrandando las urbes y, con ello también, los canales de ascenso social) y, finalmente, asumida por los destinatarios de esa identidad, y ahora receptores de ella, es decir, por buena parte de los estratos medios y sus alrededores que accederían a reconocerse plenamente como de clase media (particularmente con la llegada del peronismo). Adamovsky es Doctor en Historia por el University College of London y Licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Además de profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de esta última, es investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Ha trabajado en el Centre National de la Recherche Scientifique en Francia y publicado numerosos artículos en revistas especializadas y varios libros, entre ellos “Más allá de la vieja izquierda. Seis ensayos para un nuevo anticapitalismo” e “Historia de las clases populares en Argentina. Desde 1880 hasta 2003”. Lo que sigue es la segunda y última parte del compendio de entrevistas que Adamovsky concedió a diversos medios para hablar sobre su último trabajo: “Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión 1919-2003”.


¿Cómo nació su interés por estudiar la clase media?

De la inconsistencia que notaba entre los marcos interpretativos de los que disponía y las cosas que veía en la realidad. Comencé en 1999, en un momento de repolitización. La resistencia al neoliberalismo mostraba un fuerte protagonismo de jóvenes de clase media que sin embargo se embarcaban en luchas de gran radicalidad, lo que contradecía la imagen de una clase media baluarte de moderación. Por entonces comenzó también una importante renovación de los estudios sobre la clase media a nivel internacional que planteaba preguntas muy diferentes a las que acá había instalado, por ejemplo, Gino Germani.

En ese sentido, ¿de qué definición partió para el análisis? ¿Cuál es la diferencia respecto de la visión de Germani?

Germani consideraba que ciertas categorías (empleados, comerciantes, profesionales, pequeños productores) conformaban un grupo de existencia “objetiva”. Mostró que a fines del siglo XIX crecieron esas categorías, de lo que concluyó que por entonces apareció una clase media. Las perspectivas más recientes cambiaron la pregunta. No va de suyo que un empleado inevitablemente se perciba de la misma clase que el dueño del comercio en el que trabaja, ni que actúen políticamente en sintonía, ni que tengan condiciones de vida comparables. La pregunta entonces es bajo qué circunstancias sucede esa confluencia, que no se explica por el mero crecimiento demográfico de los sectores medios. En mi trabajo estudio a la clase media como identidad, preguntándome en qué momento comenzó realmente a existir un grupo que se asumiera como tal.

También se refiere al mito de la visión “modernizante” de Gino Germani y su idea de que gracias al proyecto de país impulsado por las clases altas en el siglo XIX, la sociedad se había vuelto más “esencialmente igualitaria”. ¿Podría explicarlo?

En Germani hay una idea implícita de que el capitalismo trae modernización y mayor igualitarismo. El surgimiento de la clase media sería a la vez motor e indicio de ese proceso virtuoso. Pero “modernización” es un concepto engañoso que habría que abandonar. En la Argentina no hubo una tendencia unívoca al igualitarismo. En varios rubros la tendencia fue la contraria, por ejemplo en la distribución del ingreso, que empeoró dramáticamente. Más bien lo que hubo fue una reconfiguración de las formas de desigualdad.

¿Por qué pone en cuestión la existencia de la clase media como tal?

Los diferentes grupos sociales a los que se suele llamar “clase media” son objetivamente muy distintos: hay gente independiente y otra con relación salarial, gente con ingresos altos y otra con ingresos más bajos que los de un obrero manual, gente con y sin formación superior... Es un conglomerado muy diverso y, de hecho, históricamente, no ha actuado de manera homogénea ni a través del tiempo ni internamente. Por eso, me pareció importante analizar el proceso por el cual un grupo muy heterogéneo llegó a adquirir una identidad compartida.

¿Cómo caracteriza a esa identidad?

Tiene, por un lado, una serie de características que hacen a la propia idea de clase media y que aparecen en otros países: la idea de que la clase media es algo que está entre ricos y pobres, que encarna la moderación, la racionalidad y la movilidad social. Pero además hay características propias del caso argentino. Una es que la identidad de clase media nació con una marca política muy fuerte, surgió como reacción al peronismo, como una separación respecto de esa plebe insubordinada que había aparecido. La identidad de clase media nació con la marca antiperonista. En Argentina se presupone que alguien de clase media no es peronista, así como se presupone que alguien del bajo pueblo es peronista. Ninguna de las dos cosas es necesariamente cierta. La identidad surgió con otras dos marcas asociadas. Una es étnico-racial: la forma en que se despreciaba al bajo pueblo por sus rasgos, por “cabecita negra”. En contraste, la clase media apareció entonces asociada a lo blanco y europeo, como descendiente de la inmigración y baluarte del progreso: los que vinieron a trabajar por oposición a los que estaban acá y eran un obstáculo. Otra marca es regional: cuando se habla de clase media se presupone no sólo alguien no peronista y blanco, sino también alguien de la región pampeana, sobre todo de la ciudad de Buenos Aires.

¿Cómo se configura la idea de que la Argentina es un país de clase media?

La identidad de clase media entronca con mensajes previos que venían desde el siglo XIX. Desde Sarmiento y Mitre en adelante, en los grupos de élite había un fuerte discurso que asociaba al país con lo europeo, a lo criollo con un rasgo de inferioridad, y vinculaba a la Argentina con el relato de la modernización. Ya desde entonces la modernidad aparecía asociada con el espacio urbano, sobre todo Buenos Aires, mientras lo rural y lo criollo eran los obstáculos al progreso que la inmigración venía a superar. La identidad de clase media hace propia toda esta narrativa y aparece como encarnación de la argentinidad, como la clase que trae la modernidad para superar el atraso previo, un atraso que -para ese relato- reaparece con el peronismo. Toda la historia nacional está marcada por esa tensión entre el proyecto que asocia al país con lo blanco, europeo, racional y moderno, y su contracara, los sectores plebeyos.

Todo eso tiene también un correlato a nivel latinoamericano: Argentina se postula diferente de los demás países.

Es una idea que también viene desde el siglo XIX, Argentina como una excepción en América Latina porque su población está más relacionada con Europa, porque en teoría tuvo una burguesía pujante que trajo progreso y, sobre todo, por el peso relativamente menor del componente indígena.

Las apelaciones a la clase media surgieron desde sectores de la élite y antes de que se constituyera la identidad, según describe en el libro.

Sí, es algo muy parecido a lo que pasó en otros países pero bastante antes. La expresión “clase media” fue introducida por políticos e intelectuales ubicados a la derecha del arco ideológico, que intentaron incentivar un orgullo de clase media para contrarrestar los lazos de solidaridad entre los sectores más bajos del pueblo y el escalón superior. Esto empezó después de la Semana Trágica, en 1919. Ahí un grupo de liberales, nacionalistas, católicos, radicales, empezaron por primera vez a convocar a una clase media –que no existía como tal– para tratar de convencerla de que no debía mezclarse con esos obreros revoltosos. Estos llamamientos fueron muy intensos a mediados de los ’30, por la preocupación que generaba el comunismo. Pero el momento cuando todo esto se convierte en una identidad y es adoptado por un amplio sector de la población es 1946. Después de la derrota de la Unión Democrática ante Perón, se hace carne la identidad de clase media, con sus marcas políticas, culturales y étnicas.

Enfatizar el carácter “contrainsurgente” con que se configura la clase media, ¿no supone un poder puramente negativo que deja a los sujetos encerrados en una situación pasiva, como si no tuvieran nada que hacer ante la ideología de las élites?

Por eso insisto en analizar la clase media como identidad y no como clase. De hecho, esa identidad tiene características tan antiplebeyas precisamente porque las personas concretas de sectores medios no actúan como la identidad espera. En Argentina hubo varios momentos históricos en que parte de los sectores medios actuaron políticamente junto con las clases bajas y con proyectos populares, incluso revolucionarios. En el ’19, cuando surgió este discurso, había un gran activismo obrero acompañado por empleados de comercio, bancarios, maestras, chacareros, estudiantes. Además, había una ideología revolucionaria con fuerte predicamento en sectores medios. Es en ese contexto que se estimula una identidad para contrarrestar esos vínculos. Pero la tensión entre una identidad antiplebeya y el hecho de que las personas concretas de sectores medios muchas veces actúan junto a las clases populares es una constante de la historia nacional, y sigue presente hoy. La clase media como tal no es un sujeto político.

¿Cómo atraviesa esta identidad los ideales revolucionarios de los ’60 y ’70, luego la represión y el neoliberalismo? ¿Qué cambia y qué perdura?

Cuando cae Perón ya hay una identidad de clase media instalada, por primera vez hay gente que se considera de clase media y no parte del pueblo. Después se abre un largo período de disputa entre dos proyectos que proponen a diferentes figuras como centro de la nación: la clase media o los trabajadores. En esa época surge un elemento que no está en otros países: el desprecio enorme que personas de la clase media tienen contra la propia clase media. Esto aparece con Jauretche, Ramos, Sebreli y otros ensayistas que acusan a la clase media de racismo, de no entender los problemas nacionales y aliarse con la élite. No es una cuestión sólo de intelectuales o militantes, sino que se difunde en toda la sociedad como parte de esa disputa entre dos imágenes contrapuestas de nación. La disputa se salda, provisoriamente, con el Proceso. Ahí hay una derrota del proyecto que trataba de situar al trabajador como eje de la nación. La imagen de la Argentina como país de clase media queda entonces indisputada. De algún modo, eso encarna en el alfonsinismo, que aparece como superación del peronismo y vuelta a la “normalidad”, con fuerte protagonismo de la clase media. La identidad penetra muy hacia abajo, generando ese fenómeno que vemos todavía hoy: gente incluso muy pobre que cree ser de clase media. Durante los ’80 y ’90 esta identidad continúa sin disputa, hasta que el país colapsa.

Otro aspecto interesante del libro es cómo se fue componiendo la identidad de la clase media. ¿En qué ideas, valores y concepciones se basó? ¿Cómo cambió durante el peronismo?

Luego de 1920 lentamente se fue expandiendo la idea de que había una “clase media” y algunas personas comenzaron a hacerla propia. Pero esa identidad terminó de asentarse luego de 1945. Fue la experiencia del peronismo lo que, por oposición, produjo la unificación de sectores que hasta entonces no creían pertenecer a una misma clase. La identidad de clase media adquirió por eso algunos rasgos específicos. Como en todas partes, suponía un sentido de superioridad que pasaba por poseer determinado nivel económico, cultura y “moralidad”. Pero a eso se agregaron elementos más locales. La identidad de clase media se entrelazó con relatos acerca de la historia nacional que venían de antes. Por caso, la idea de que nuestra historia se contaba como una lucha de la civilización contra la barbarie, y que en esa lucha la clase baja criolla y el interior representaban el atraso, mientras que la región pampeana y los inmigrantes representaban el progreso. La visión de Germani actualizó ese relato, incorporando a la clase media como un agente central. Esta noción agonística se imbricó así con la identidad de clase media, que la imaginó como heredera de los abuelos inmigrantes y por ello portadora de la modernidad en lucha contra sus rezagos. Y ese relato encarnó como una noción de superioridad sobre los pobres con visos raciales, de lo blanco contra los “cabecitas negras” que apoyaban la barbarie peronista.

¿Qué papel cumplió la clase media en la imposición del neoliberalismo de los ‘70 y ‘90?

Sin dudas la identidad de clase media colaboró con la erosión de los lazos de solidaridad entre los sectores medios y los trabajadores, algo que facilitó el avance de las políticas neoliberales. Pero dicho esto, es un estereotipo prejuicioso que las personas de sectores medios apoyaran a los militares o luego al menemismo. Muchas de ellas participaron en la resistencia a la dictadura y debe decirse que a Menem lo apoyaron todas las clases pero del que primero perdió el apoyo fue del votante de clase media.

Se ha afirmado que la clase media siempre ha sido “furgón de cola” de los intereses de otras clases, ¿cuál es su visión al respecto?

Me parece un prejuicio. Si algo caracteriza a la historia argentina es la presencia de poderosos movimientos políticos en los que buena parte de los sectores medios marcharon junto con los más humildes. El yrigoyenismo, el peronismo, las organizaciones revolucionarias en los años ‘70, la resistencia a Menem en los ‘90, el estallido de 2001: nada de eso se entiende pensando a los sectores medios desde ese prejuicio.

¿Qué relación se puede establecer entre capitalismo y clase media?

El capitalismo multiplica los escalones de la escalera social, crea muchas categorías nuevas. Pero eso no crea en sí mismo una clase media. Su nacimiento hay que buscarlo en el plano de lo ideológico, antes que en el de la estructura social.

Señala que la división entre clase alta, media y baja nació con la Revolución Francesa y que luego fue retomada en Argentina. ¿Qué características tuvo esa definición entonces?

Fue similar a lo de Francia. Allí hablaron por primera vez de “clase media” ciertos políticos que intentaban dividir el frente revolucionario, despegando de los más revoltosos a una parte del pueblo, para tratar de que ella apoyara un programa moderado. En la Argentina comienza a hablarse de la clase media en 1919. Y lo hacen liberales como Joaquín V. González, preocupados por la confluencia que había en el movimiento huelguístico entre obreros y empleados. Buscaban quebrar esos lazos de solidaridad e impedir la difusión de ideas radicalizadas. En décadas siguientes, intelectuales y políticos de derecha machacaron esa distinción.