1 de abril de 2016

Saskia Sassen: "Necesitamos nuevos conceptos para capturar la amplitud y la profundidad de los desplazamientos sociales y medioambientales actuales"

En "Expulsions. Brutality and complexity in the global economy" (Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global) se pregunta su autora, la socióloga holandesa Saskia Sassen (1949), si es posible que gran parte de la sociedad contemporánea esté tendiendo a una condición de simplicidad brutal empujada por la globalización del capital y el brusco ascenso de las capacidades técnicas, las que, dada su complejidad, han producido efectos de escala enormes. Esa complejidad, dice Sassen, "no conduce inevitablemente a la brutalidad pero puede hacerlo, y hoy a menudo lo hace. En realidad, con frecuencia lleva a la brutalidad simple, ni siquiera a una brutalidad grandiosa de un tipo que podría ser un equivalente, aunque fuese en negativo, de esa complejidad, como ocurre con la escala actual de nuestra destrucción ambiental". La economía global no se expande sin consecuencias: creciente desigualdad y desempleo, cada vez más poblaciones desplazadas o encarceladas, destrucción de la tierra y del agua. Se trata de dislocaciones socioeconómicas que no pueden ser explicadas con las herramientas tradicionales de la sociología, en los habituales términos de "pobreza" e "injusticia". De acuerdo con Saskia Sassen, esas dislocaciones se comprenden con mayor precisión si se conceptualizan como tipos de expulsiones: "En las últimas dos décadas -dice la autora- se ha presenciado un fuerte crecimiento de la cantidad de personas y empresas expulsadas de los órdenes sociales y económicos centrales de nuestro tiempo". Expulsiones que no son espontáneas sino producidas con instrumentos que incluyen "desde políticas elementales hasta instituciones, técnicas y complejos sistemas que requieren mucho conocimiento especializado y formatos institucionales intrincados". Es que en esta época (o nueva fase del capitalismo) "el despliegue de conocimiento y creatividad con demasiada frecuencia trae brutalidades elementales". Los estudios sobre las cuestiones del poder y la desigualdad derivados de los procesos de globalización son un aspecto fundamental de la obra de Sassen. Para ella es necesario, para entender esta época en toda su complejidad, pensar conceptos nuevos, medir con otras herramientas y nombrar de otras maneras. De todo esto habla, precisamente, en las entrevistas que concediera a Raquel San Martín (diario "La Nación", 19 de julio de 2015) y a Delfina Torres Cabreros (diario "Página/12", 1 de abril de 2016), un compendio de las cuales se ofrece a continuación.


Usted señala que no tenemos categorías conceptuales para explicar algunos fenómenos acuciantes. Por ejemplo, se siguen explicando en términos de "inmigración" desplazamientos que tienen características muy distintas a las migraciones de los siglos pasados. ¿Por qué cree que los conceptos nos van quedando desfasados?

Lo que estamos viendo en la así llamada crisis migratoria en el Mediterráneo se capta sólo parcialmente con las categorías de migrante, refugiado. Creo que estamos viviendo el inicio de toda una nueva era que viene marcada por una masiva pérdida de hábitat, que tiene muchos factores. En este momento la guerra domina: tenemos cuarenta países que tienen guerra, pero también están la desertificación, el cambio climático, tierras que van a estar inundadas; la expansión enorme de plantaciones que expulsan a los pequeños agricultores; la expansión extraordinaria de la minería que quita también terreno para vida; la compra de tierra simplemente para extraer agua; el uso en cantidades enormes de agua para el "fracking", que va eliminando agua para poblaciones... La guerra es sólo uno de todos estos elementos. Es el más inmediato, el que ahora domina nuestros imaginarios y nuestras explicaciones, pero es una cosa mucho más amplia, relacionada con la pérdida masiva de hábitat. Usar estas palabras "son inmigrantes, son refugiados" también es una invitación a no pensar. Nos tenemos que plantar ahí y preguntarnos qué estamos viendo. Hay una historia más profunda que requiere otros lenguajes.

¿El mundo académico tiene responsabilidad en esta falta de comprensión de las particularidades del nuevo momento?

Claro que tiene responsabilidad. Yo siempre tuve una relación muy problematizada con las categorías de análisis que son dominantes, porque en un cierto punto sí son muy útiles, pero por otro lado son invitaciones a no pensar: contienen la explicación. A mí lo que más me interesa de la inmigración es cuando empieza un flujo nuevo. Ya cuando es un flujo establecido me importa mucho menos. Muchos estudios de la migración son simplemente documentaciones de las características de esos migrantes o sus comunidades: tienen más de veinte años, tienen buena salud, comen tal cosa... Es muy fácil hacer eso. Yo creo que la universidad buena tiene también que empujar, abrir nuevas fronteras. Siempre va haber individuos que están dispuestos a tomar el desafío.

Según señala en sus estudios, la economía global impone sus propias lógicas territoriales y de valorización de los productos del trabajo. ¿Cómo impacta esto en el mundo del trabajo y en la profesionalización?

Lo que vemos es una transformación bastante importante de la distribución del trabajo. Hay un privilegio de los trabajos altamente profesionales y emerge una clase profesional muy grande, el 20% de cualquier economía desarrollada. Pero eso viene con un precio y es que destruye a esa clase media más modesta, que son los supervisores, las secretarias... eso se transforma en un elemento técnico. Todo lo que se puede estandarizar, se estandariza. Además -y esto ya como un fenómeno más parcial-, esa nueva lógica tecnológica también tiene sus preferencias y sus privilegiados, orienta cuáles son los buenos puestos de trabajo. En este momento las finanzas han perdido mucho terreno. Hubo un momento en que era la gran opción para muchos estudiantes, pero ha habido tanta criminalidad en el sistema financiero que ya los hijos de las élites eligen otras cosas.

¿Cómo se compara el concepto de expulsión con el de desigualdad, que es la idea hoy más difundida para aludir a las patologías del capitalismo contemporáneo?

El lenguaje de la desigualdad registra una condición importante, pero no suficiente para capturar la especificidad de nuestra época. Siempre ha existido la desigualdad, cualquier diferenciación puede ser pensada como una forma de desigualdad. Más aún, y esto es muy importante en mi perspectiva, necesitamos nuevos conceptos para capturar la amplitud y la profundidad de los desplazamientos sociales y medioambientales actuales: brechas de ingresos escandalosas entre los ricos y las clases medias modestas, poblaciones desplazadas en todo el mundo, y una escalada global de la destrucción de los recursos naturales.

¿En qué medida los expulsados son también invisibilizados?

El punto crucial es que cuando una condición se vuelve extrema no logramos capturarla con nuestras estadísticas y conceptos, y en ese sentido puede volverse invisible. En el libro, hablo del "filo del sistema", una región conceptual, por decirlo así, que no tiene nada que ver con fronteras geográficas. La dinámica clave en ese margen es la expulsión de diversos sistemas: económico, social, biosférico. En este sentido, ese margen también se vuelve invisible para los modos corrientes de mirar y construir significado de los Estados y de los expertos, y por eso se vuelve conceptual y analíticamente invisible, imperceptible. Estamos viendo una proliferación de estos márgenes del sistema originados en parte en la economía política occidental en decadencia del siglo XX, la escalada de la destrucción medioambiental y el crecimiento de formas complejas de conocimiento que con demasiada frecuencia producen brutalidades elementales. Es en estos espacios de los expulsados donde encontramos la versión más aguda de lo que podría estar pasando dentro del sistema de maneras más suaves y por eso muchas veces desapercibidas como señales de una decadencia sistémica. En este sentido, creo que este "filo del sistema" señala la existencia conceptual de tendencias subterráneas porque no podemos hacerlas fácilmente visibles a través de nuestras categorías de significado actuales.

Justamente usted menciona en "Expulsiones" que estas distintas formas de expulsión (económica, social, biosférica) atraviesan territorios y sistemas políticos pero, ¿no se expresan de forma distinta en el Norte global que en el Sur global? ¿No tienen impactos diferentes?

Sí, así es. Uno de los argumentos centrales del libro es la necesidad de volver al "nivel del suelo" como una manera de des-teorizar, o de desestabilizar las categorías centrales y las explicaciones poderosas, para re-teorizar. Entonces argumento, por ejemplo, que las destrucciones ambientales masivas que causa la explotación de las minas de oro en Montana, en Estados Unidos, y la misma destrucción provocada por la producción de níquel en Norilsk, en Rusia, no deberían verse simplemente como un fenómeno capitalista y otro comunista, sino ambos como fenómenos que señalan la capacidad masiva de destrucción del medio ambiente. Al poner en primer plano la cuestión medioambiental elimino el peso de esas profundas historias políticas de capitalismo o comunismo, que constituyen todavía hoy el prisma a través del cual la mayoría de la gente parece mirar el mundo. Yo digo que no: es hora de volver al "nivel del suelo", para des-teorizar y luego re-teorizar según nuevos vectores. De manera más general, las explicaciones poderosas muchas veces son invitaciones a no pensar. Eso está bien la mayor parte del tiempo.

¿Cómo funcionan actualmente?

Cuando las condiciones se vuelven inestables -digamos, en la actual dominación del neoliberalismo después de las décadas keynesianas de la posguerra marcadas por la industrialización masiva y la construcción masiva de viviendas para las clases medias-, entonces hay que cuestionar esas explicaciones poderosas. Hoy veo significados inestables que nos obligan a acomodarnos colectivamente a estas condiciones emergentes. Sobre esto último, por ejemplo, el capítulo "Tierra muerta, agua muerta" del libro argumenta que necesitamos reconocer, dar testimonio, del hecho de que colectivamente hemos destruido vastas áreas de tierra y reservas de agua. Necesitamos hacer presentes esas tierras y aguas muertas.

Usted detecta en el libro un cambio en la lógica económica que subyace a las distintas formas de expulsión que describe. ¿En qué se diferencia esa lógica de la del capitalismo como lo conocimos hasta 1980?

Brevemente, el llamado período keynesiano se caracterizó por la producción en masa, el consumo masivo y la construcción masiva de vivienda y, en algunos países, de barrios en los suburbios y autopistas. Se centró en el hecho de que cada consumidor y comprador importaba. Ésa fue la lógica dominante y permitió el crecimiento de clases medias modestas y clases obreras prósperas. Hoy ya no es la lógica principal. Todavía está allí, pero el sector consumidor no es el que da forma a las lógicas económicas clave en las economías avanzadas. Desde los últimos años de la década del ‘80, se instaló un conjunto de nuevas lógicas dominantes, que se manifiesta de muchas maneras diferentes. Un aspecto clave de los años posteriores a los ‘80 es la construcción de geografías distintivas de poder, privilegio y extracción que atraviesan las divisiones tradicionales del sistema interestatal moderno (Norte y Sur, Este y Oeste). Estas geografías transversales de privilegio y poder pueden coexistir confortablemente con muchas de las divisiones tradicionales que continúan operando, como la falta de servicios de salud y acceso a alimentos y agua en el Sur global y la existencia continuada de estructuras fuertes de gobierno comunista en partes del Este. Las élites de Nigeria se sienten más cómodas y cercanas a las élites de Londres y Bombay que a los pobres y explotados en su propio país. En este sentido, también, estas nuevas geografías tienen el efecto de desmembrar sociedades y culturas, tanto como sus territorios y Estados nacionales. Estas geografías incorporan sectores particulares (ciudades de vanguardia, élites corporativas, la rama ejecutiva de los Estados, incluyendo sus bancos centrales, las corporaciones de propiedad estatal más importantes, y otras) y expulsan al resto. Así, un país con vastos territorios empobrecidos que carecen de todo lo básico puede, sin embargo, destinar sus recursos limitados a desarrollar su ciudad más importante para convertirla en un nodo de una de estas geografías globales de centralidad. Hay muchos ejemplos, algunos conocidos, como Abuja en Nigeria, y otros que recién están emergiendo, como Luanda en Angola, que fue invadida por empresas extranjeras que la están reconstruyendo para convertirla en una buena plataforma para acceder a las ricas minas de ese país. Es decir, tenemos elites predatorias, como en Nigeria, Congo y tantos otros países, que se enriquecen, y un empobrecimiento creciente del resto de los países. Los llamados países ricos hicieron más o menos lo mismo en los años ‘80, finalmente recortando los servicios sociales y el mejoramiento de la infraestructura en todo su territorio, mientras promovían una transformación glamorosa de sus ciudades principales.

Usted señala que "la máquina de vapor" de la modernidad global no son las tecnologías digitales sino las finanzas. ¿Cómo es que esta "máquina", en apariencia tan abstracta e inasible, moldea el pulso del mundo contemporáneo?

Es la lógica misma de lo financiero. Lo financiero es radicalmente distinto de la banca tradicional. La banca tradicional vende algo que tiene: dinero. La finanza vende algo que no tiene y, por ende, debe invadir otros sectores, y para eso desarrolla instrumentos realmente admirables en su complejidad. Puede invadir desde los sectores más lujosos a las cosas más simples, como los préstamos para autos usados. No depende estrictamente de esos otros sectores; todo lo que necesita es desarrollar un instrumento que le permita extraer algo en base a lo cual pueda construir un instrumento que tenga la capacidad de multiplicar el valor. Entonces, es invasivo y destructivo y el hecho de que destruye lo que necesita también implica que no le importa. Extrae y listo; deja detrás espacios completamente destruidos y así va empobreciendo los Estados nacionales.

¿Puede entenderse la compra masiva de tierras y la explotación de recursos naturales de unos países en otros como una nueva forma de colonialismo? ¿O tiene otros elementos nuevos?

Sí y no. Sí, en el sentido de que ciertos países tienen, o construyen, la opción de adquirir vastas tierras en el territorio soberano de una serie de otras naciones. No, en el sentido de que, en el viejo imperialismo, Gran Bretaña quería toda África, por así decirlo; España, toda América Latina. Hoy veo una modalidad muy distinta. A ninguno de estos países compradores de tierras extranjeras les interesa conquistar todo el país. Al contrario, practican un minimalismo agudo: quieren sólo la tierra que les interesa usar, y cuando esa tierra se agota, se muere por el maltrato que implica ese mismo uso, se van a buscar otras. En síntesis, ésta es una modalidad colonial exclusivamente centrada en la extracción. Recordemos que los ingleses querían reeducar a las clases profesionales en la India, los españoles querían implantar la arquitectura de estilo español, Francia tenía su propia "misión civilizadora".

El capitalismo parece ser el régimen global triunfante más allá de los sistemas políticos, porque hoy existen democracias, autocracias y regímenes totalitarios, todos igualmente capitalistas. ¿Cree que la política ha terminado subordinándose a la economía, hablando globalmente?

Es un poco así: los poderes ejecutivos, sean presidenciales o parlamentarios, de derecha o de izquierda, empiezan a mirar con los ojos de las grandes corporaciones. Hay una lógica económica muy particular que se implanta también en el sistema político.

Las expulsiones que usted describe, las consecuencias de la lógica del poder financiero en las vidas de las personas o de la explotación salvaje de recursos naturales implican un grado de desprecio por la vida de las personas. ¿Cómo se combina el capitalismo y la ética?

Hay ciertas ironías en esta evolución: por un lado, hay más y más reconocimiento y sensibilidad hacia las diversidades. Vemos toda una serie de movimientos étnicos, de género, sexuales, incluyendo los derechos de los animales. Todo esto me parece excelente. Pero también vemos la expansión de violencias de todo tipo: tráfico de personas, explotación y esclavitud de cada vez más trabajadores pobres a través del mundo, la voluntad de matar o engañar para obtener órganos que se demandan cada vez más, abuso agudo del medioambiente con efectos tóxicos que envenenan lentamente a gran número de niños. En resumen, toda una serie de extracciones extremas que van en aumento, no en disminución como se esperaba hace veinte años. Esto va mucho más allá del capitalismo como lo hemos entendido, o como se desarrolló bajo el keynesianismo en Occidente. Se trata más bien una lógica de extracción predatoria para la cual el capitalismo puede ser un puente, pero va mucho más allá de lo que hemos entendido que son las explotaciones capitalistas. Es más extremo, y por ende quiero darle un nombre, un nombre simple, directo, no un "ismo". De ahí "expulsiones". Lo que veo, en síntesis, es un dualismo extremo.